jueves, 2 de junio de 2011

Kassumay

Como primera aproximación a la costa de África Occidental, estas vacaciones de Semana Santa he estado en Senegal, país vecino de nuestra próxima aventura.

Los días previos al viaje fueron bastante frenéticos, entre vacunas, compras de última hora y los intentos frustrados de ponerme de acuerdo con una agencia de Dakar para que me comprara unos billetes de barco que se iban agotando por momentos. A estos preparativos se suma el nerviosismo de la persona con la que he ido, ya que no había ido nunca al África subsahariana y no tenía muy claro que esperar.
Es muy interesante ver cómo es la reacción de la gente que va por primera vez a un país de África subsahariana...si lo entienden y son capaces de adaptarse les encantará, si van con mentalidad y ritmo europeo lo odiarán y sólo verán retrasos, escasez de higiene, olores y polvo.


Los primeros días de viaje estuvimos en la zona al norte de Dakar (Lompoul, Saint Louis) pero, sin duda, la parte más interesante del viaje fue la zona de Cassamance.

La idea era realizar el viaje hasta ahí desde Dakar en barco que te deja en Ziguinchor (lugar donde Pablo vivió el episodio del Kankurang), que viene siendo la capital de la región. No es una ciudad excesivamente grande, por lo que permite ser visitada sin excesivos problemas. Como buena capital africana, la calle representa toda su pulsión vital, distribuida en cientos de puestos donde todo se vende y se compra. En Ziguinchor se concentra el mayor número de católicos del país, y por ello posee su propia catedral. Por lo demás, su importancia real reside en ser nudo de comunicaciones de la región, y lugar desde donde lanzarse a recorrer la Casamance. En la gare routiere de Ziguinchor esperamos a que se llenara un septplace y nos fuimos a Djembering, en la costa atlántica.

Desde ese momento, en que compartes tu viaje con otras 5 personas autóctonas, te das cuenta de la gente es alegre, encantadora y cordial, los niños te miran con una sonrisa y todos llevan la alegría en el cuerpo y hacen participes a los demás de sus ganas de vivir. En el norte del país ya habíamos tenido esa impresión, pero los diola (etnia mayoritaria en Cassamance) superan la ya buena impresión que nos dieron los Wolof (etnia mayoritaria del norte de Senegal).


En Djembering nos alojamos en el Campement Alaplage, gestionado por Lulu, una española que lleva ya ocho años viviendo en Cassamance y nos dio buenos consejos para movernos por la región. El campement, una casa tradicional Impluvium, (casa redonda tradicional de los Diola típica de la zona) a escasos metros de la playa está alejado del centro del pueblo pero está anclado en una zona de dunas delante de la playa, en la que sólo encuentras a niños y gente jovén entrenando para los torneos de septiembre de lucha senegalesa.


Ademas, hicimos una excursión a un pueblo precioso y de lo más auténtico que se llama Bouyouye. Este pequeño pueblo, que encuentras tras un paseo de 4 km, está escondido en un bosque de unos impresionantes árboles Fromager (que son unos árboles gigantes de la zona). Nosotros fuimos por recomendación de Ferrán Guallar, director del Instituto Jane Goodall (http://www.janegoodall.es/es) y gran conocedor de la zona, así que no está en la ruta para ningún otro turista o viajero y puedes ver un pueblo de lo más auténtico y tranquilo. Allí estuvimos hablando con una mujer (madre de 9 hijos) que , haciendo muestra del espíritu comunal y hospitalario de los diola, nos acabó invitando a comer en su casa (absolutamente humilde choza de barro) un buenísimo plato de arroz con verduras y aceite de palma que, tras el paseo, nos supo a gloria. Por la tarde, emprendimos el viaje de vuelta a Djembering dando un rodeo para hacer un camino distinto, así que fuimos a Boucotte dando un paseo muy bonito entre bosques de árboles y campos de cultivos de arroz.



Allí nos tomamos una merecida cerveza Flag e hicimos autostop hasta que una camioneta accedió a llevarnos (por un más que módico precio) en su carga. La siguiente parada fue la Isla de Carabane que, aun siendo un poco más turístico que los lugares anteriores, conserva mucho encanto. La población prosigue su vida sin prestar atención a los que van y vienen, y tienes ocasión de disfrutar de todo sin la menor incomodidad.


Los dos días transcurridos allí, supusieron otra pequeña inmersión en aquella atmósfera del país, donde la vida fluye tranquila y apacible. Desde la isla hicimos pequeñas excurisones en canoa por los brazos que el río Cassamance forma al entrar en contacto con las islas y paseamos tranquilamente por algunas de éstas en lo que resultó una increíble experiencia para nosotros y cualquiera que le guste la naturaleza en estado puro: vegetacion impresionante, aves...muy recomendable.

De Carabane fuimos a la isla de Egueye, previo paso por Elinkine, que era donde nos dejaba la piragua comunitaria. Elinkine, aunque estuvimos pocas horas, me gustó mucho también...es un pueblo muy animado en el que te recibe en el puerto una enorme ceiba (gran árbol que en algunos lugares es sagrado) y una enorme cantidad de piraguas de colores.


La isla de Egueye es una pequeña isla en la que lo único que hay es el campement que es propiedad de Abdou, toda una institución en la zona. Este fue el mejor alojamiento que tuvimos en todo el viaje, pero después de varios días venía bien un sitio así. Esa fue nuestra última noche en Cassamance y el punto de encuentro con unos amigos que acababan de llegar ese día a la región. Allí cogimos ostras, las comimos, paseamos, nadamos entre los manglares y tuvimos ocasión de compartir nuestro día con la gente que vivía allí que, como empezaba a ser previsible, resultaron ser simpatiquísimos.Al día siguiente nos volvimos a Dakar y unas horas después estábamos camino del aeropuerto hacia Madrid.


Ha sido un viaje impresionante en el que, además de los paisajes vírgenes y la autenticidad de los pueblos, lo que más nos ha gustado es la gente. Todo l mundo tiene ganas de hablar contigo, pero no resultan pesados ni cansinos como en otros países. Son hospitalarios y generosos y tienen una cultura de comunidad que está absolutamente perdida en una sociedad como la nuestra en la que el individualismo es lo que tiene cabida. Así que no sólo hemos disfrutado, también hemos aprendido y recordado cómo es una sociedad en la que el respeto a los mayores, la vida al aire libre, la hospitalidad y las acciones desinteresadas están a la orden del día.Viaje altamente recomendable que sólo me hace tener más y más ganas de ir al país vecino con mis dos amigos Isa y Pablo...tras los pasos de Jane Goodall.



*Kassumay, saludo entre los diola que significa "la paz sea contigo"

NOTA: Sentimos haber tardado tanto en postear, pero esperamos volver a coger ritmo con el blog...así que proximamente, ¡nueva entrada!

2 comentarios:

  1. Genial la crónica Lucía! Y genial volveros a leer! Venga...a seguirse animando! que el ritmo no pare :)

    ResponderEliminar
  2. Quiero conocer G.Bissau y quiero que vosotros veáis mi reacción cuando pise por primera vez África subsahariana. :)
    Vamonos chicos!!!

    Kassumay!

    ResponderEliminar